Violencia de género no es violencia contra mujeres (cis, heterosexuales) apenas….

Yarlenis
7 min readNov 11, 2020

En los últimos tiempos vengo escuchando algunos planteamientos sobre la violencia de género que equiparan este fenómeno a aquellas acciones de dominio, control, agresión física, verbal y psicológica dirigidas a mujeres, respectivamente heterosexuales, cisgéneros, a veces incluyendo otras “identidades” sexuales femeninas (tales como lesbianas y bisexuales), también incluyendo a otras identidades de género (travestis y mujeres trans), en definitiva circunscribiendo el tema de la violencia de género como aquella que corresponde a existencias femeninas.

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En este texto me propongo comentar algunos equívocos y limitaciones de ese entendimiento de la violencia de género. Para ello me remitiré a algunos usos feministas del concepto de género, para a partir de ahí explicar el fenómeno de la violencia de género teniendo en cuenta estos referentes conceptuales y políticos provenientes de los feminismos.

Cuando Joan Scott escribió su conocido texto “Género; una categoría útil de análisis histórico” mostró cómo esta herramienta es útil para comprender, analizar, situar en contexto un conjunto de problemáticas derivadas de la existencia de un sistema de poder desigual como lo es el género. En este brevísimo texto, he intentando hacer un ejercicio similar.

El argumento que sostengo aquí es que tanto la existencia de las normas de género como un sistema regulador de diversos cuerpos (cis, trans, no binaries, etc.), como su desobediencia desencadenan e implican violencias de género. Decir que la violencia de género es apenas violencia contra mujeres — entendiendo por estas a mujeres cis, heterosexuales- es, a mi modo de ver una comprensión reduccionista tanto del género como del fenómeno de la violencia de género.

Obviamente esta reflexión no pretende agotar, anular otras. (Qué cansancio de explicar lo obvio!!!!), lo que busca es expandir las posibilidades analíticas, apelando a otras formulaciones distintas a aquellas a las que se recurre cuando se nombra, se conceptualiza la violencia de género.

No deberíamos olvidar que el feminismo es un movimiento social y político (por ende, supone una articulación colectiva, un espacio de disputa) muy diferente a lo que sucede en organismos internacionales que no pocas veces son citados para tratar de estos asuntos. Digo esto porque noto que, de forma reiterada, cuando se enuncia el fenómeno de la violencia de género se acude a las definiciones de organismos internacionales como la OMS. Es bueno resaltar que ni siempre los organismos internacionales operan con definiciones científicas. En algunos casos inclusive se arrogan el sello de cientificidad para refrendar verdades universales que autorizan prácticas de tutela dirigidas a minar la autodeterminación de las personas, entre otros efectos nocivos.

Baste recordar que hasta hoy la OMS se refiere a las identidades trans como disforia de género. Una comprensión patologizante de las identidades trans que se ha establecido históricamente de manos dadas con el DSM, otro discurso supuestamente científico. Colonialismo epistémico es poco para lo que puede decirse de un manual elaborado en Estados Unidos (en el caso del DSM) que tiene un alcance global pretendiendo homogenizar culturas y sus correspondientes sistemas de género. Por eso y por otras cositas más, yo tiendo a encarar a las definiciones de los organismos internacionales con no pocas dudas y sospechas.

Apelando a una definición feminista, cuando Judith Butler[1] dice que el género es, entre otras cosas, “una estilización repetida del cuerpo”, eso significa que el género es esencialmente, un sistema de control de los cuerpos, de varios cuerpos que no solo se refieren a existencias femeninas. Ese sistema llamado género decide:

1) con quién debemos tener sexo; o sea cuáles son los cuerpos que nos son permitidos desear (noten qué bizarro, porque el deseo no puede ser capturado ni sometido por más que se intente, Lacan lo explica)

2) las circunstancias en las que debemos tener relaciones sexuales (¿cómo así sexo sin amor? — dicta el sacrosanto sistema de género)

3) con quién debemos casarnos (es el Estado quien autoriza con quién yo me puedo casar; luego nos quieren hacer creer que los asuntos de marido y mujer son del ámbito “privado”)

4) qué espacios tenemos que ocupar,

5) por dónde, en tanto cuerpos, debemos circular (¿cómo así dos homosexuales de manos dadas a plena luz del día? Esta homofobia es proveniente de ese sistema de género, después voy a explicar eso más detenidamente)

6) qué ropas son las que podemos vestir.

7) Qué identidad de género es la que podemos reivindicar y el modo en que ella debe estar alineada con el género que nos fue atribuido a partir de la lectura visual de una parte de nuestro cuerpo -los genitales-

8) Qué nombre es el que podemos tener (de nuevo el Estado regulando la autonomía de los cuerpos, la manera en que ese cuerpo puede ser nombrado)

9) Una larga e interminable lista de prohibiciones y autorizaciones que tienen por fin regular, gobernar nuestros cuerpos, domesticarlos para obedecer sin chistar a este sistema de género.

Por ejemplo, cuando a una niña se le dice “siéntate con las piernas cerradas”, en ese mensaje están implícitas varias cuestiones. Las piernas deben cerrarse por el supuesto peligro que representa la mirada masculina: consecuentemente esa es una lección de heterosexualidad. En esa pedagogía de género a la niña se le está enseñando que su sexualidad será, necesariamente objeto de deseo de un otro masculino. No se le dice que cierre las piernas pensando que la mirada será de otra niña. La posibilidad de relaciones afectivas y sexuales entre mujeres, está de entrada clausurada por ese conocido sistema de género. por ende, amiguitas y amiguitos, la lesbofobia proviene de ese sistema de género, no viene del planeta Marte ni de la “identidad lésbica”.

Dentro de esa misma lógica cuando se anuncia “es una niña” por parte del médico que lee el ultrasonido, ¿uds creen que ese anuncio contempla la posibilidad de que esa niña sea lesbiana, bisexual, por ejemplo? Posteriormente cuando la familia y la escuela, por medio de los procesos de educación enseñan sobre “las cosas de niñas” diferenciándolas de las “cosas de niños”, tampoco se da el menor espacio para contemplar que “cosas de niñas” incluyan, por ejemplo, relaciones erótico-afectivas con otras niñas.

Con estos ejemplos quiero ilustrar que la heterosexualidad, en tanto deseo y práctica sexual está profundamente imbricada, incrustada en el sistema llamado género. Es más, si este sistema es binario, o sea que concibe apenas dos: femenino y masculino; y los concibe de forma opuesta y complementaria (el “sexo opuesto”), lo es justamente porque se sustenta en un esquema de pensamiento heterosexual (corre aquí Monique Wittig). Fuera de una heterosexualidad obligatoria no existiría siquiera esa lógica binaria. Dicho de otra manera, el género es binario, un mundo de dos y para dos, porque se funda en una heterosexualidad obligatoria. Así, la binariedad del género no trata apenas de la invisibilización y negación de otras expresiones de género: transgéneros, crossdesser, queer, no binaries. La binariedad existe por y para asegurar a la propia heterosexualidad. Consecuentemente y atendiendo a este concepto de género[2], puedo concluir varias cositas:

1) violencias de género para mí se refieren a todas las acciones infringidas en nombre de las normas de género. Esas normas de género no solo controlan cuerpos de mujeres, sino una multiplicidad de otros cuerpos; por consecuencia, eso supone violencia — de género — contra una multiplicidad de cuerpos.

2) violencias de género contemplan tanto aquellas acciones autorizadas por las normas de género que estipulan “lo que debe ser y hacer una mujer que se respete/una mujer de verdad/una mujer seria y de su casa” (y el millón de barrabasadas de ese tipo que una aún escucha) como como aquellas acciones que se infringen contra otras existencias que contrarían a esas normas como hombres gays, trans.

O sea, por un lado, las normas de género obligan a los cuerpos a adecuarse — “mujeres que se respeten no usan ropa corta”; entre otro sinfín de ejemplos, lo que de por sí suscita un conjunto de violencias de género

por otro lado, el desobedecer o transgredir esas mismas normas de género, coloca a una infinidad de cuerpos y existencias en la mira de la violencia de género. El solo hecho de performar un género quebrando la supuesta unidad entre el género asignado al nacer y aquel con el que la persona se identifica, es motivo de innúmeras violencias que pueden culminar en el asesinato de personas trans

Todas esas violencias, verdaderas “guerras de género”, someten y oprimen a varias existencias. A existencias femeninas y a otras existencias subalternizadas por ese sistema de género. No son violencias “por identidad de género” o por “identidad sexual” como también he escuchado por ahí, pretendiendo diferenciarlas del campo de las violencias de género lo cual es un gran equívoco. ¿Por qué? Porque no existiría siquiera identidad homosexual si no existiera un discurso de poder que asoció prácticas y deseos sexuales a identidades, totalizando y tornado la sexualidad una cuestión identitaria (corran a leer a Focucault y la Historia de la sexualidad).

Para mí violencia de género es, esencialmente todo aquello que, en nombre de un sistema de género, se torna un impedimento a nuestra existencia. Así la violencia de género puede ser una violencia normativa (a partir de todas las imposiciones que nos constriñen, que nos limitan en nuestra existencia), como una violencia punitiva que se da en un espectro amplio, desde el silenciamiento, asedio que podemos sufrir como mujeres, hasta el transfeminicidio…

Por estos mismos argumentos considero que hombres cis, hetero, clase media, blancos, sin deficiencias no sufren violencia de género, pues aún cuando ellos son producidos (y reproductores ) por ese mismo sistema de género, y pueden, inclusive tener perjuicios asociados a este sistema (la exigencia de que los hombres no lloran, por ejemplo), el sistema de género les garantiza suficientes privilegios como para que sus existencias no sean impedidas…

Violencia de género se trata de la (im)posibilidad de existir…

Esto es lo que consigo formular por ahora…

[1] Es de una ignorancia mayúscula considerar que la teoría queer no es al mismo tiempo una teoría feminista o que por lo menos se constituyó en estrecho diálogo con saberes feministas. Hay quienes rechazan las proposiciones de Butler aludiendo que la teoría queer es una cosa, y el feminismo es otra. Recomiendo el trabajo de Pablo Pérez Navarro, específicamente el artículo (está en portugués): História feminista, genealogías queer. In REVISTA TRANSVERSOS.
“Dossiê: LGBTTQI. HISTÓRIAS, MEMÓRIAS E RESISTÊNCIAS”. N° 14, SET-DEZ,
2018, pp. 12–35.

[2] Muchísimo mejor explicado en el capítulo 1 de El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad de Judith Butler (disponible online gratuitamente)

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Yarlenis

Feminista. Doutora em Ciências Humanas (UFSC). Feminismos, Estudos de Gênero, Psicologia Social crítica.